Puede que nunca hayas escuchado hablar del yoga para perros, pero es una actividad que ya tiene más de 20 años. La disciplina la creo una instructora de yoga en Nueva York, al descubrir que su perra cocker spaniel seguía sus movimientos cuando realizaba su rutina.
A partir de entonces fue desarrollando y puliendo una técnica de yoga con perros, a la que ingeniosamente llamó doga (dog+yoga).
Una sesión típica de doga está conformada por: estiramiento, masajes, posturas, relajación. Algunos de los beneficios que reportan sus defensores incluyen, entre otros, reducir el estrés, mejorar la circulación, reforzar la musculatura y articulaciones. Sin embargo, no hay evidencias científicas que apoyen estas afirmaciones.
Yoga para perros: por qué no
Por supuesto, hay voces críticas de esta práctica, desde quienes la tratan como una moda sin ninguna utilidad a quienes consideran que es una forma de rebajar la práctica del yoga, que –como se sabe– es un camino espiritual de origen hindú.
En ese sentido, la crítica más fuerte es que implica una “humanización” de la mascota que pervierte la relación normal de las personas con los animales, ya que el yoga (incluso aunque se considere únicamente el aspecto de actividad física) fue pensado para los seres humanos, y los perros tienen una conformación completamente diferente.
Para empezar, los masajes no forman parte del yoga, mientras que el estiramiento y la relajación la realizan instintivamente los animales, en sus actividades habituales, por ejemplo el paseo diario .
Yoga para perros: por qué sí
Entonces, ¿es el doga algo más que un compilado de pruebas circenses para alardear por redes sociales?
Quizás sea importante aclarar que este yoga híbrido no es tanto una ejercitación “para” perros, sino más bien una actividad “con” ellos. De hecho, más allá de los supuestos efectos saludables del doga, sus representantes reconocen que el principal objetivo de la práctica es reforzar el vínculo con la mascota, dando lugar a un momento de unión y de experiencia compartida, mediante una actividad recreativa.
En este sentido, es similar al yoga para bebés, que busca más reforzar los lazos de amor entre madre e hijo que reportar algún beneficio en el orden físico.
Tal vez sea discutible si es válido considerar yoga a un momento compartido con nuestra mascota, que puede ser tan bueno como cualquier otro, desde pasear juntos o jugar hasta ver películas sentados en el sillón del living.
Sí, puede ser que el doga no sea más que una estrategia de marketing apoyada en un nombre astuto, pero no caben dudas de que compartir momentos de juego con nuestro peludo amigo –de forma segura y atenta– siempre será algo positivo, tanto para el perro como para nosotros.
¡Capaz que estabas haciendo doga desde hace años y no te habías dado cuenta!
Para todo amante de las mascotas es esencial una relación de afecto mutuo a partir de la interacción, ya sea que la llamemos doga o que le demos algún otro nombre. Tan importante como el vínculo con nuestro amigo peludo es asegurarnos de que siempre se encuentre en estado óptimo de salud.
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